jueves, 22 de marzo de 2007

Mi hermano Agapito.-

En los días siguientes al 18 de julio del año 1.936, en Barruelo, nadie sabía si el gobierno militar de Palencia, su capital, se había sublevado, si estaba siendo fiel al Gobierno o no…Ni los guardias civiles decían saberlo no obstante haber exigido a quienes tenían licencia de caza que les entregasen sus escopetas…
Mi hermano Agapito tiene ahora 87 años de edad y pronto cumplirá los 88.Me cuenta” su historia” en la guerra del“Norte”, escrita mitad en francés mitad en español, desde San Cannat, (Francia), donde reside actualmente,” para que no se olvide”…Me cuenta a grandes rasgos su vida como la de un joven más entre los muchos que desaparecieron de entre nosotros: unos vivos y otros muertos…
-“Nací en el año 1.915, en Barruelo de Santullán y dedico mi historia a mi familia, de España y de Francia; pero antes de escribirla, con toda mi alma y mi corazón quiero rendir homenaje a mi padre y a mi madre por el valor que han tenido soportando el sufrimiento de haber vivido separados siempre de sus hijos, desde antes del año 1.936.
De los ocho hijos que les nacieron les sobrevivimos cinco y cuando la guerra y después siempre nos tuvieron lejos de ellos: yo en Francia, Fidel y Abelina en Bélgica, Bautista en la cárcel o haciendo la “mili”…Elena también en Francia durante todo el tiempo que mi padre estuvo preso, con mi madre…
Cuando la revolución de octubre, en el año 1.934, por haber tomado parte en ella como militante de las Juventudes Socialistas, en mi pueblo, fui detenido por la Guardia Civil y maltratado y encerrado en una cuadra entre las patas de sus caballos y desde ella enviado a la cárcel de Burgos en la que estuve preso hasta el año 1.936, que el gobierno de las derechas perdió las elecciones: estuve diez y ocho meses preso sin haber sido juzgado por nadie.
En el Ayuntamiento, el alcalde Adrián Fernández era socialista; en la “casa del Pueblo”, donde estaba la sede del Partido Socialista y la U.G.T. todos estábamos indecisos con respecto a la Guardia Civil; a la que podíamos desarmar antes de que se sublevasen si decían que lo iban hacer…Pero no lo decían…Esperaban órdenes…
Fue en estas circunstancias cuando,¿verdad o mentira…?, se nos dijo que en Venta de Baños, en su estación del ferrocarril había un vagón lleno de armas, detenido, que había venido desde Madrid destinado a nosotros los de Barruelo y que no le dejaban pasar: armas que nos enviaba el Partido para que nos enfrentásemos a la sublevación.
Y para bajar a buscarle, como otros muchos, me ofrecí voluntario…
Debíamos “bajar” (así decíamos los de más arriba, al Norte), pasando por Palencia, por su Gobierno Civil, con el cual estábamos incomunicados, para saber primero a que a tenernos con respecto a su postura ante la sublevación militar.
Salieron delante de nosotros, - que llenábamos la única camioneta que había en el pueblo- en un coche alquilado, el alcalde y dos concejales y otro dos del partido… que si llegaron a Palencia…; pero que ya eran esperados allí…
Fueron tiroteados al llegar y a los que no mataron en el acto, perseguidos por las calles los apresaron y fusilaron en la cárcel: nunca más se supo de ellos.
Nosotros, los que íbamos detrás, en la camioneta, sin arma alguna, no pudiendo llegar tuvimos que abandonarla sin gasolina y retroceder durante cien kilómetros hacia los montes de Barruelo, a pie, perseguidos por los fascistas de los pueblos de tierra de Campos que nos querían matar, hasta con horcas y dalles…
Caminábamos durante la noche para que no nos vieran cuando, en Monzón de Campos, topándonos con un grupo de campesinos armados éstos nos hicieron presos y de inmediato nos dijeron que nos iban a fusilar. Estaban a punto de hacerlo y nosotros ya muertos de miedo, cuando uno de ellos se fijo en el cinturón rojo de sujetar los pantalones que llevaba un compañero y dijo:
-¡Pero si son de los nuestros…!
Nosotros habíamos pensado de ellos también que eran fascistas.
Cuando les dijimos que éramos “los de Barruelo”, (como éramos conocidos), nos abrazaron locos de contentos por no habernos fusilado.
Quise volver a casa, a mi pueblo; pero no pude. Durante estos días también allí los guardias civiles se habían sublevado y unidos a los fascistas y otros individuos armados que habían llegado-nadie sabía de donde- se habían adueñado de él. (Después se supo que eran seminaristas salidos de los conventos).
Todos nosotros, los que sobrevivimos a la encerrona que nos habían tendido en Palencia, tuvimos que escondernos durante algún tiempo por los montes de Barruelo; como habían tenido que hacer casi todos los jóvenes y hombres mayores del pueblo, menos los fascistas, comiendo de lo que a escondidas nuestros familiares nos traían.
Cuando supimos que Reinosa y Santander estaban con el Gobierno y podíamos bajar de los monte e irnos voluntarios si queríamos al ejército republicano ya los guardias civiles que nos habían estado persiguiendo habían apresado a mi primo Galo y le habían enviado a Palencia donde le habían fusilado.
Fuimos nosotros “los de Barruelo”, casi todos jóvenes menores de treinta años, quienes establecimos entre Barruelo y Reinosa un primer frente de guerra: en él encontré también a mi hermano Bautista que, a sus diez y seis años combatía por allí.
Mi padre, huido a su vez ya se había alistado en Santander a un batallón de ferroviarios, pero mi madre y hermanos pequeños todavía permanecían en el pueblo y temíamos por ellos.
Desde este frente establecido, desde Reinosa, fui enviado a Santander y desde allí incorporado al ejército que estaba luchando en Asturias, en el cerco de Oviedo, su capital.
Cuando las columnas gallegas ocuparon esta región mi unidad fue transportada al frente de Bilbao, por el lado de Balmaseda, donde para no ser cercados por los requetés navarros tuvimos que replegarnos por la región de Santander, para que no nos cortasen la retirada…
Cuando volvíamos hacia los Picos de Europa, hacia Asturias, en una estación del ferrocarril de vía estrecha, en Puente de San Miguel, había un grupo de mujeres y niños, refugiados, que pretendían subirse al tren que nos trasladaba a nosotros los soldados y no les dejaban subir. Allí habían vivido mi madre y tres hermanos pequeños con otros muchos de Barruelo que se habían escapado por los montes y, efectivamente, eran ellos quienes pretendían llegar a Ribadesella para embarcarse hacia Francia en un barco carbonero en el que solo iban mujeres y niños.
Yo entonces era sargento y conseguí que viniesen conmigo, hasta la Junquera, donde se apeaba mi batallón para dirigirse al frente. Me despedí de ellos pensando que ya nunca les volvería a ver.
Luchamos cuanto pudimos por los montes cántabros y cuando en nuestra retirada llegamos a Gijón encontré a mi padre que vagaba por el puerto sin haber conseguido embarcar e intentando hacerlo. Estuvimos juntos poco tiempo; pero hablamos mucho hasta que me convenció de que era mejor separarnos antes de que nos apresaran a los dos juntos y lo hicimos: nos separamos…En cuarenta años ya nunca le volví a ver.
Mi padre fue detenido y conducido a la cárcel de Bilbao primero y después a la de Palencia donde le condenaron a muerte y después a treinta años de cárcel, cumpliendo tres…Mi padre era un hombre muy moderado en política aunque siempre había sido de izquierdas y nunca se había metido con nadie, que respetaba a sus enemigos…
Fue también en Gijón, en el año 1.937, cuando después de haberme separado de mi padre fui detenido y encerrado en la Plaza de toros, donde nos llevaban a todos y encontrado por los fascistas de mi pueblo, que nos buscaban entre los miles de presos que había. Allí acudían diariamente los fascistas en busca de sus conocidos para llevárselos donde querían sin que nadie les preguntase lo que iban hacer con ellos.
Me dieron golpes durante una noche entera. Me robaron lo poco que tenía, un anillo de oro entre otras cosas, y magullado como estaba por las palizas que me habían dado hasta el amanecer y con las manos atadas y detrás de otros diez o doce que también atados iban delante, de dos en dos, y entre ellos mi primo Pachín-hermano de Galo-me condujeron hasta un acantilado al borde del mar, donde rompían las olas que nos llevarían muertos.
Allí, con sus bayonetas, los fascistas empezaron a acuchillar a los que iban delante y yo, en cuanto me di cuenta de que nos mataban y nos arrojaban al mar, empujé a los dos que me sujetaban y sabiendo que me dispararían, con las manos atadas, entre la niebla, escapé corriendo.
Fui perseguido a tiros durante mucho tiempo, hasta que se cansaron de perseguirme…
Y volví a esconderme en los montes.
Hambriento y agotado; cuando no podía más me acerque a una casa donde una familia que en ella habitaba y que nunca he olvidado me salvo la vida; pero que pronto tuve que dejar… Después de haberme curado de mis heridas, alojado y dado de comer me aconsejaron que me fuese por que allí peligraba mi vida…Y la de ellos también; ya que les vigilaban…
Estuve errando durante algún tiempo por los Picos de Europa alimentándome de castañas y de algún vaso de leche que me daban los pastores de cabras hasta que comprendí que así no podía continuar, que así no podía sobrevivir y muerto de hambre y de frío bajé a un pueblo donde en una casa que me habían recogido me detuvo la Guardia Civil.
Fui conducido a Llanes para ser juzgado y posiblemente condenado a muerte y fusilado de inmediato. Todos los días venían a por nosotros y se llevaban a alguno. Pero, para sorpresa mía, un día fui sacado de aquella cárcel y trasladado a Zaragoza, a un batallón disciplinario, donde construían un ferrocarril.
Solo trabajábamos por la noche y durante el día me iba a las barracas de los italianos a que me enseñasen las canciones que ellos sabían a cambio de que yo les enseñase las nuestras, en español; con ellos me llevaba muy bien.
Hasta que un día fui llamado al orden por su comandante quien me amenazó con enviarme a una prisión militar, que era lo mismo que si me condenaban a muerte y tuve miedo…
Y fue en el año 1.938 cuando con otros dos oficiales conseguí escapar de allí y llegar a Francia atravesando su frontera y una noche, que me había quedado solo por culpa de una patrulla de fascistas españoles que nos habían estado persiguiendo por los Pirineos resbalé por una pendiente de hielo y, lo cuento por milagro…pues casi me mato.
Pero llegué a Vaqueiras de Luchan, (¿), donde me reuní con mis dos compañeros de fuga, a los que había perdido, y ya desde allí y acompañado por unos periodistas franceses viajé a Toulouse y Perpignan, donde se hizo cargo de mi el consulado de España quien, tras unos días de tenerme alojado en el hotel Salas, me envió a Barcelona para incorporarme nuevamente al ejército republicano con el grado de teniente y luchar por los frentes del Ebro.

4 comentarios:

CAPITAN ALAVETE dijo...

Hola. Me llamo Diego Navamuel, he leido su blog y me parece muy bueno. Estoy interesado en el tema de la guerra civil en la zona de Barruelo/Reinosa, he leido varios libros y ahora estoy leyendo uno de Jesus Gutierrez Florez.Conozco Barrruelo muy bien, mi padre es de barruelo y he disfrutado mucho con sus relatos. Parece mentira que el entrañable sitio donde he pasado mis vacaciones infantiles pudo haber sido testigo de acciones tan dramáticas. Mi padre me ha contado que varias personas de su familia estuvieron luchando en esta zona, conoció usted a algún apellidado Navamuel de Barruelo? Esperando su respuesta, aprovecho para enviarle un saludo muy cordial desde Santander.

Diego Navamuel Gonzalez

Mertxe G dijo...

Señor Maza.¿Conoció usted a un tio mio llamado Mariano Bartolomé? le mataron cuando subia al frente que estaba encima de Barruelo pues habia bajado ha ver asus hijos estaba en el frnte republicano nunca se supo mas de el se le dió por desparecido dejó cuatro hijos

Fidel dijo...

No,Mertxe,no...Y si le conoci no le acuerdo.Su apellido si me es familiar,pero yo entonces solo tenía nueve años.

Mertxe G dijo...

Señor Maza perdoneme por molestarle otra vez tengo 65 años y hace poco que he cojido un ordenador y mis conocimientos son basicos y mis estudios primarios me hizo mucha ilusión descubrir su bloc Mi Padre tambien estuvo en el 34 en la carcel de Burgos como otros muchos de Barruelo