Cuando
el primer bombardeo de Santander era un día claro y con sol y en su
medio día los pajaritos trinaban,( en mis recuerdos, infantiles…)Podría
averiguarse el día y la hora en que sucedió este bombardeo y si fue
antes o después del de Guernica, ¿pero importa…?.Debió ser allá por los
meses de octubre o noviembre del año 1.936; cuando al campo de
aviación que se construía los montañeses
entre Torrelavega y Puente de San Miguel aun no le habían llegado los
primeros tres “chatos” que esperaba y que le llegarían después.( Fuimos
a verles en cuanto supimos que habían llegado otros chavales y yo). El
único avión del que sabíamos algo los chavales de Barruelo que
husmeábamos por allí confiando en que vendrían era una avioneta a la que
llamábamos “la de Navamuel”; una avioneta de una sola plaza que en las
mañanas de cada día se iba por entre las montañas hacia los pueblos de
Castilla y León a decirles a sus vecinos con su presencia que ello los
aviadores republicanos no se habían sublevado; que la aviación española
seguía siendo fiel a su bandera y a su patria y a su Constitución; que
resistiesen; que pronto les harían justicia. Una avioneta a la que ya
habíamos visto los de mi pueblo muchas veces pasar por encima de
nuestras casas antes de que nos escapáramos de ellas; que nos había
intentado esperanzar igualmente en los primeros días del “movimiento”
con sus idas y sus venidas y sus vueltas y más vueltas hasta que
alguien le había debido advertir a su piloto que dejase de visitarnos;
que ya no nos engañaban; que los de Barruelo sabíamos de ella y de sus
buenas intenciones pero que también sabíamos que era la única avioneta
del ejército republicano que sobrevolaba Cantabria.
Picaso,
Picaso…!¡Nuestro querido y admirado Pablo Ruiz Picaso…!¿Qué hubiera sido
de nuestra memoria histórica sin tu “Guernica”?¡Cómo explicarles ahora
a nuestros nietos sin tus pinceles y tu amor a la verdad que hubo una
guerra y unos niños y unas niñas y unos ancianos y unas ancianas y
unos aviones monstruosos alemanes e italianos que venían a matarnos,
volando bajo, muy bajo…? ¿Cómo explicar a nuestros nietos sin tus
pinceles que venían a destrozarnos para que a sus enseña la Iglesia
Católica Apostólica y Romana no la impidiésemos en España que nos
gobernase eternamente; que nos monopolizase la educación y los accesos a
las universidades y nos impidiese nuestras libertades e igualdades y
fraternidades y que se les dignificase a los maestros y a las maestras y
a los niños gratuita y obligatoriamente en las escuelas? ¿Cómo
explicárselo sin añadirles para que lo entendiesen que hubo un
Guernica y un Durango y un Santander y otras muchas ciudades como
ellas para impedírnoslo; en las que aun corríamos sus abuelos como niños
tras de los aviones que venían a matarnos, porque volaban:¡hasta que
nos arrojaban sus bombas …?
¿Cómo explicarles con argumentos de
razón, que eran entonces nuestras ciudades tan de ellos como de
nosotros; con sus poblaciones civiles y sus casas y sus calles y sus
plazas y sus avenidas y sus monumentos y sus coetáneos y sus familiares
y amigos y hasta con sus almas gemelas; solas e indefensas ante las
tropelías de unos egoísmos tan arcaicos como inconfesables,
encenagados…?
Era entonces Santander una ciudad sin milicianos
por sus calles ni soldados acuartelados ni aviones ni cañones ni
tanques ni refugios donde guarecerse de las bombas de los fascistas ni
deseos de venganza, todavía…Mas atenta que a ella misma y a sus
quintacolumnistas y agitadores ya presos o “golpistas” fracasados a lo
que sucedía en Valladolid y en Palencia y en Burgos y en Ávila y en
León y en Salamanca: en sus desaforadas aguas negras. Preocupada por
cuanto en ellas sucedía tras el “golpe” recibido y por cómo albergar a
cuantos de ellas y de sus provincias nos escapábamos perseguidos por sus
escuadrones de la muerte; a refugiarnos en Santander en espera de que
en Castilla y León a sus gobernadores civiles y militares y a sus
guardias civiles y a sus curas y jefes del movimiento y falangistas y
requetés y somatenes y frailes y seminaristas y moros y
legionarios-”autorizados a matar” se les aplacasen sus iras o sucediese
que interviniera ya la Sociedad Naciones en nuestro conflicto
influenciada por la opinión pública internacional ya alarmada por como
avanzaba el nazi-fascismo y escandalizada por como procedía allí donde
triunfaba, o que entre nuestros “golpistas” hubiese algunos que se
opusieran a los asesinatos que se estaban cometiendo, autorizados; cosa
que jamás hicieron:¡ ni para lavarse las manos!
Aun le quedaba
no obstante en Santander lugares como Polanco: “Era éste un lugar de
Cantabria de cuyo nombre nunca he podido olvidarme“: era el sitio en que
pase los días más felices de mi niñez. Era, y confío que aun lo siga
siendo, un pueblecito típico montañés en el que su Ayuntamiento nos
había acogido a varias familias de Barruelo como refugiados; solo
mujeres y niños y niñas; en el que a los más pequeños de nosotros se
nos habían repartido cariñosamente entre sus vecinos para darnos techo y
comida y en el que a nuestras madres y hermanas mayores su alcalde las
había albergado en la casona de José Maria de Pereda, vacía.
“Todo era paz y concordia, entonces…”A mí me había correspondido ir a
vivir en casa de un matrimonio joven que tenían una niñita con muy pocos
meses de edad y que recuerdo con mucho afecto: porque jamás he querido
olvidarles. Él era un montañés recio y fuerte y con mucho pelo en el
pecho y se llamaba Santiago; ella era una mujer morena, (de las que
pintaba Julio Romero de Torres), esbelta, guapa y bondadosa y se llamaba
Laura….(¿Qué sería de ellos…?)(¿Cómo les tratarían los fascistas
vencedores…?)(¿Les encarcelarían o les ejecutarían por habernos acogido a
los niños de Barruelo?)(¡Quien sabe…!)(¡Fueron tan canallas!)
Tenía yo entonces nueve años y, debo confesarlo, me meaba en la cama…
¿Estaría enfermo…? Puede que si; pero en los tiempos de mi
infancia-fuese por lo que fuese- el que a un niño de nueve años se le
escapase la orina durmiendo no solo debía darle vergüenza sino muchísima
vergüenza…! (¡Y eso era lo que a mi me daba!) Pero Laura era tan
bondadosa y comprensiva y tan alta de miras y de actitudes para conmigo
que nunca me hizo saber que lo sabía. Y yo siempre la estuve muy
agradecido;¡ muy agradecido!; primero como un niño y luego como un
hombre: (¡porque además era muy guapa…!)
Santiago araba sus
tierras y segaba sus prados y recogía sus henos y ordeñaba sus vacas y
yo iba con él por donde quiera que iba él ….Para nosotros los niños de
Barruelo, cuyo ambiente visual y respiratorio y olfativo y de colores
había sido siempre hasta entonces el de un pueblo minero embarrado y sin
alcantarillado y lleno de basuras y de escombreras y de humos y de
ciscos y de barros-negros- y pozos y calicatas, aquellos verdores de
aquellos prados montañeses y aquellos blancos de sus nubes y azules de
sus cielos eran los de un mundo que no habíamos ni conocido ni soñado.
Supimos de él y de su paz en el centro de su naturaleza y de su respeto
a sus bienes naturales y supimos de los destrozos que hacían las minas
de carbón entre nosotros en nuestro pueblo gracias a Polanco,
comparativamente; y de la solidaridad humana gracias a Santiago y a
Laura y a sus jóvenes y mayores y niños y vecinos en general, que nos
acogieron además de con su afecto y su clima y sus paisajes y sus
bondades con sus boronas calientes y sus polentas de maíz y la ricura de
la leche que nos ofrecían en cuanto ordeñaban sus vacas… Porque en
nuestro lugar de origen y del alma, en el que hasta habíamos vivido
contentos entre injusticias y discordias y los ciscos de nuestras
escombreras y los humos de una gran chimeneona que teníamos en el medio
de nuestro pueblo… En el que nos habíamos acostumbrado a nuestras
penurias y a nuestros barros del color del chocolate, que no rojos, como
los denominaría Concha Espina-haciendo un parangón y los desafueros
cometidos con nuestros bosques arrasados para que entibasen las minas,
ya no teníamos en rededor nuestro ni robles ni acebos ni avellanos ni
verdores salvo los de nuestros matorros pelados por las cabras: ya
éramos los depredadores de ellos y de sus ardillas y pájaros
condenados a ser fritos en nuestras sartenes, por necesidad: ya hacía
más de cincuenta años que no pescábamos un pez en nuestro río ni con
cartuchos de dinamita…
¡Y olimos a la mar gracias a nuestra
estancia allí! ¡A una mar que jamás habíamos ni olido ni visto ni oído!
Siempre que podía Santiago nos reunía a cuantos chavales de Barruelo
había en Polanco y nos daba a cada uno una cola de bacalao salado atada a
una cuerda muy larga y nos llevaba con él a pescar cámaros a la ría de
Requejada. Era tantísima la paz que aun se respiraba allí antes de
aquel primer bombardeo de Santander-en los días en que nos habían
acogido a nosotros, los de Barruelo- que incluso me atrevo a creer que
no obstante nuestra presencia y cuanto sabían de nosotros, que huíamos
de los verdugos de un régimen fascista, ni a Santiago ni a Laura ni a
ningún otro vecino de este pueblo les hubiésemos podido hacer pensar-si
lo hubiésemos intentado-que lo nuestro y lo de ellos y lo de todos los
españoles era el preludio de una guerra que se atisbaba ya entre
nosotros desde hacía tiempo, inusitadamente, porque había surgido una 2ª
República Española que pretendía separar a la Iglesia del Estado de
verdad y ésta hacía cuanto podía para que los enfrentamientos entre
ciudadanos arreciasen, para evitarlo: entre los que iban a misa o no
iban o creían en Dios o no creían o desconfiaban de los curas o no
desconfiaban. A ninguno de los vecinos de Polanco les hubiésemos podido
hacer creer nosotros que por esta razones o sinrazones-como se quiera-
nos íbamos a tener que matar entre hermanos e hijos y padres y amigos y
vecinos y creyentes y no creyentes; era algo así como si hoy
pretendiésemos que nuestros nietos y bisnietos hiciesen una guerra por
ir o no ir a misa: ¡tuvieron que acudir todos ellos a Santander a
ayudarles a sus capitalinos a recoger a sus muertos para creerlo!
Cuando este primer bombardeo ya hacía más de un mes que a algunos a
nosotros nos habían concedido en Puente de San Miguel una casa de las
que tenían vacías y a mi madre y a mis hermanas y a mi y a otras dos
madres con sus hijos e hijas pequeños nos había correspondido ir a
vivir a una casa muy grande y blanca que había junto a su puente y a
otras varias de “El Echar”,(un barrio de Barruelo), con más niños y
niñas de entre dos a ochos años e incluso bebés que ellas- ¡ironías del
destino¡- las habían instalado en el palacio Botín.
…Y digo
“ironías del destino” porque estos niños y niñas procedían de un barrio
entre los montes y habitáculos cuales cuarteles para los mineros de
Barruelo rodeados de aguas negras y de cienos y de los ciscos de los
escombros de su pozo más profundo “El Calero”; con sus alpargatas rotas
y sus miserables prendas de vestir y mocos hasta por las cejas y
necesidades fisiológicas casi siempre a tope; tan ignorantes de que en
el mundo existiesen palacios con sus retretes escondidos entre mármoles y
griferías doradas como sabedores de que en cuanto les apretase debían
que hacerlo conforme a sus costumbres y medios determinados para su
clase por unos escleróticos y aristocráticos patronos y dueños de las
minas en que trabajaban sus padres; que ellos debían hacerlo como
cuando corrían a su cubil a por su lata de escaches vacía, ó al monte a
culo descubierto entre los matorros o en cualquier parte como ahora
para poder seguir jugando y saltando como cabras sueltas por entre los
salones y los pasillos alfombrados y los aposentos rococó y los tapices
y los cuadros y los retratos olvidados que aun colgaban por las
paredes de los rincones escondidos- sin sus mierdas infantiles-en el
palacio Botín.
“Volaban bajo, muy bajo…” Nos habíamos sentado a
comer y un ruido ensordecedor nos había atronando los oídos, de
repente. Nuestros platos habían comenzado a temblar con miedo, con mucho
miedo, (como asustados…) Y nuestro cielo se había oscurecido: Eran diez
y ocho los Junkers que nos ensombrecían la tierra y nos atronaban con
sus motores.
Eran ellas y ellos, nuestras ciudades y villas y
pueblos agredidos, lugares en los que aun no había sirenas que nos
anunciasen que llegaban los aviones enemigos ni refugios ni cañones
antiaéreos ni los “chatos” que no llegaban y hasta sin los disparos de
fusil que a veces les hacía algún miliciano enfadado, impotente.
Por donde quiera que habían pasado aquella mañana hasta llegar a
Santander e igualmente allí quienes si les habíamos visto llegar a
Cantabria estúpidamente soberbios e imbatibles entre los verdores de sus
prados y las casas de sus pueblos y las estampidas de sus gaviotas,
habíamos creído-ilusos- que se dirigían hacia los picos de Europa o
hacia las montañas fronterizas con las zonas sublevadas en que se habían
establecido,( en mi opinión), los primeros frentes de guerra
antifascistas de la 2ª Guerra Mundial:( el pico Terena de Barruelo, el
Escudo, Pozazal, Potes…)
Dejamos la comida sobre la mesa y
bajamos al sótano de aquella casa en que estábamos refugiados y salimos
a la orilla del río y corrimos por ella (¿a refugiarnos…?) entre los
ojos sin agua del Puente de San Miguel: porque tardábamos en comprender…
Ignoro si a su llegada a Santander, o antes, alguien o algo les había
molestado; pero a su paso por Puente de San Miguel y Torrelavega nadie:
ni cazas ni cañones antiaéreos ni disparos de fusil; ¡nada…! Era la
primera vez que los aviones de los sublevados venían a bombardearnos y
debió sucederles igualmente en Santander a las muchas madres que en
aquel hermoso día de sol paseaban a sus niños por su puerto; que no
pensaron; que tardaron en comprender; que les miraban llegar… Y aunque
ya habían oído hablar de lo sucedido en Durango y de que se habían
improvisado algunos refugios con sacos de arena en algunas calles de
Santander, por si venían los aviones, ellas habían tardado en
reaccionar y se habían quedado quietas con sus niños más pequeños
abrazados a sus piernas; paralizadas ante aquellos monstruosos aviones
que venían a matarlas; como nos quedamos nosotros en Puente de San
Miguel cuando empezamos a escuchar las explosiones de las bombas que les
caían encima: ¿A tantos crímenes se podía llegar…?
Cuando
este primer bombardeo creo recordar que en nuestra mayoría de niños y
de mujeres y de hombres desinformados a nadie se nos hubiese ocurrido
ni imaginar que existían aviones tan enormes en Alemania. Y menos aun
que pudiesen venir a bombardearnos con aquellas panzas tan repletas de
bombas, (hasta de racimo…) Y con aquellos motores tan ensordecedores…Y
con aquellas ínfulas de matones…Y que quisieran venir a exterminarnos…Ni
cuando la primera guerra mundial, la más sangrienta de todas las
guerras que se recordaban, habían existido esta clase de bombardeos a
una población civil; ningún general de los de por aquel entonces,
incluidos los del Káiser Guillermo II,(¡ nacidos para matar…!) hubiese
hecho esto sin pegarse un tiro a continuación; ni para ganar una
guerra, en el caso de que hubiese podido hacerlo:¡ matar por matar a
tantos hombres y mujeres y niños en las ciudades como enemigos, al igual
que en las trincheras, sin distinción…! Tuvieron que ser los nuestros;
los de nuestro lado oscuro; los herederos ideológicos de un tal Felipe
II, rey, los primeros que en la época actual iniciasen estas matanzas
en Europa: (Luego ya fue una cosa habitual.)
Conocí a un chaval
de Barruelo ,( Pepín para los amigos); algo más joven que yo; que se
había escapado cuando mi familia con su madre y su hermana-aun más
pequeña- a encontrarse con su padre en Santander y que sobrevivió a este
bombardeo; pero tan infeliz y tan desgraciado durante toda su vida que
tuvo que recurrir al alcohol a medida que fue creciendo y que murió
alcoholizado antes de cumplir los cincuenta años, por su culpa; porque
él había nacido como los demás, con dos piernas; pero desde los siete
años había tenido que caminar con una pierna de madera, hasta que murió;
como un desgraciado cojo; porque a él en vez de haberle crecido como a
nosotros los de más chavales sus dos piernas solo le había crecido una
y la otra se le había quedado como un muñón junto a sus genitales…Y ya
nunca había podido ser como los otros niños ni los otros chavales ni los
otros hombres, los que tenían dos piernas: como le habían parido.
Porque su madre…
Ella les había salvado a él y a su hermanita
echándose sobre ellos y cubriéndoles con su cuerpo y recibiendo ella
las metrallas de las bombas que les arrojaban y muriendo encima de
ellos; pero; a su hermanita no la habían alcanzado las bombas y había
podido ser sido una chica normal;¡ pero él…? Como había podido
sobrevivir a su madre…? Hubiese preferido no haberlo hecho. Cuando niño y
sin ella y sin su ayuda y sin ninguna otra mujer en su vida, aunque su
padre se hubiese vuelto a casar, había tenido que sufrido por su mala
suerte. Tras de aquel maldito bombardeo y de una guerra y de una
posguerra y de un padre sin recursos y en la cárcel primero por auxilio
a la rebelión y después arreglando a sus vecinos los relojes para
apenas poder mantener a su familia había tenido que sobrevivir como en
ningún otro país europeo le hubiese sucedido, en “la reserva
espiritual de Europa “, (¡de risa…!); como un inválido socialmente
marginado y a la vez compadecido por una sociedad preñada de
prejuicios morales y enemiga de sus diferentes, inválidos
principalmente; que todo los más que había podido alcanzar de las
mujeres que se había enamorado había sido compasión…Y tuvo que recurrir a
las prostitutas y al alcohol, inevitablemente.
.
Fue
mi padre quien primero nos hablo de ello en nuestra casa de refugiados
en Puente de San Miguel; vino a vernos en cuanto dejó de llevar heridos
al hospital de Valdecilla y de recoger personas muertas y miembros
esparcidos hasta por los tejados de las casas próximas al puerto. Y
quien también nos contó lo que había sucedido después, en el asalto al
barco…
"Debo
pediros perdón a todos aquellos que leyéseis este borrador mio de un
relato que ya hacía algun tiempo que había pensado escribir pero
...(Algún día le "arreglaré"..,si puedo ya que no se me eoculta que
ordenada y gramáticalmente -.esta hecho una pena"
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