miércoles, 12 de junio de 2013

El primer bombardeo de Santander

Cuando el primer bombardeo de Santander era un día claro y con sol y en su medio día los pajaritos trinaban,( en mis recuerdos, infantiles…)Podría averiguarse el día y la hora en que sucedió este bombardeo y si fue antes o después del de Guernica, ¿pero importa…?.Debió ser allá por los meses de octubre o noviembre del año 1.936; cuando al campo de aviación que se construía los montañeses entre Torrelavega y Puente de San Miguel aun no le habían llegado los primeros tres “chatos” que esperaba y que le llegarían después.( Fuimos a verles en cuanto supimos que habían llegado otros chavales y yo). El único avión del que sabíamos algo los chavales de Barruelo que husmeábamos por allí confiando en que vendrían era una avioneta a la que llamábamos “la de Navamuel”; una avioneta de una sola plaza que en las mañanas de cada día se iba por entre las montañas hacia los pueblos de Castilla y León a decirles a sus vecinos con su presencia que ello los aviadores republicanos no se habían sublevado; que la aviación española seguía siendo fiel a su bandera y a su patria y a su Constitución; que resistiesen; que pronto les harían justicia. Una avioneta a la que ya habíamos visto los de mi pueblo muchas veces pasar por encima de nuestras casas antes de que nos escapáramos de ellas; que nos había intentado esperanzar igualmente en los primeros días del “movimiento” con sus idas y sus venidas y sus vueltas y más vueltas hasta que alguien le había debido advertir a su piloto que dejase de visitarnos; que ya no nos engañaban; que los de Barruelo sabíamos de ella y de sus buenas intenciones pero que también sabíamos que era la única avioneta del ejército republicano que sobrevolaba Cantabria.

Picaso, Picaso…!¡Nuestro querido y admirado Pablo Ruiz Picaso…!¿Qué hubiera sido de nuestra memoria histórica sin tu “Guernica”?¡Cómo explicarles ahora a nuestros nietos sin tus pinceles y tu amor a la verdad que hubo una guerra y unos niños y unas niñas y unos ancianos y unas ancianas y unos aviones monstruosos alemanes e italianos que venían a matarnos, volando bajo, muy bajo…? ¿Cómo explicar a nuestros nietos sin tus pinceles que venían a destrozarnos para que a sus enseña la Iglesia Católica Apostólica y Romana no la impidiésemos en España que nos gobernase eternamente; que nos monopolizase la educación y los accesos a las universidades y nos impidiese nuestras libertades e igualdades y fraternidades y que se les dignificase a los maestros y a las maestras y a los niños gratuita y obligatoriamente en las escuelas? ¿Cómo explicárselo sin añadirles para que lo entendiesen que hubo un Guernica y un Durango y un Santander y otras muchas ciudades como ellas para impedírnoslo; en las que aun corríamos sus abuelos como niños tras de los aviones que venían a matarnos, porque volaban:¡hasta que nos arrojaban sus bombas …?

¿Cómo explicarles con argumentos de razón, que eran entonces nuestras ciudades tan de ellos como de nosotros; con sus poblaciones civiles y sus casas y sus calles y sus plazas y sus avenidas y sus monumentos y sus coetáneos y sus familiares y amigos y hasta con sus almas gemelas; solas e indefensas ante las tropelías de unos egoísmos tan arcaicos como inconfesables, encenagados…?

Era entonces Santander una ciudad sin milicianos por sus calles ni soldados acuartelados ni aviones ni cañones ni tanques ni refugios donde guarecerse de las bombas de los fascistas ni deseos de venganza, todavía…Mas atenta que a ella misma y a sus quintacolumnistas y agitadores ya presos o “golpistas” fracasados a lo que sucedía en Valladolid y en Palencia y en Burgos y en Ávila y en León y en Salamanca: en sus desaforadas aguas negras. Preocupada por cuanto en ellas sucedía tras el “golpe” recibido y por cómo albergar a cuantos de ellas y de sus provincias nos escapábamos perseguidos por sus escuadrones de la muerte; a refugiarnos en Santander en espera de que en Castilla y León a sus gobernadores civiles y militares y a sus guardias civiles y a sus curas y jefes del movimiento y falangistas y requetés y somatenes y frailes y seminaristas y moros y legionarios-”autorizados a matar” se les aplacasen sus iras o sucediese que interviniera ya la Sociedad Naciones en nuestro conflicto influenciada por la opinión pública internacional ya alarmada por como avanzaba el nazi-fascismo y escandalizada por como procedía allí donde triunfaba, o que entre nuestros “golpistas” hubiese algunos que se opusieran a los asesinatos que se estaban cometiendo, autorizados; cosa que jamás hicieron:¡ ni para lavarse las manos!

Aun le quedaba no obstante en Santander lugares como Polanco: “Era éste un lugar de Cantabria de cuyo nombre nunca he podido olvidarme“: era el sitio en que pase los días más felices de mi niñez. Era, y confío que aun lo siga siendo, un pueblecito típico montañés en el que su Ayuntamiento nos había acogido a varias familias de Barruelo como refugiados; solo mujeres y niños y niñas; en el que a los más pequeños de nosotros se nos habían repartido cariñosamente entre sus vecinos para darnos techo y comida y en el que a nuestras madres y hermanas mayores su alcalde las había albergado en la casona de José Maria de Pereda, vacía.

“Todo era paz y concordia, entonces…”A mí me había correspondido ir a vivir en casa de un matrimonio joven que tenían una niñita con muy pocos meses de edad y que recuerdo con mucho afecto: porque jamás he querido olvidarles. Él era un montañés recio y fuerte y con mucho pelo en el pecho y se llamaba Santiago; ella era una mujer morena, (de las que pintaba Julio Romero de Torres), esbelta, guapa y bondadosa y se llamaba Laura….(¿Qué sería de ellos…?)(¿Cómo les tratarían los fascistas vencedores…?)(¿Les encarcelarían o les ejecutarían por habernos acogido a los niños de Barruelo?)(¡Quien sabe…!)(¡Fueron tan canallas!)

Tenía yo entonces nueve años y, debo confesarlo, me meaba en la cama… ¿Estaría enfermo…? Puede que si; pero en los tiempos de mi infancia-fuese por lo que fuese- el que a un niño de nueve años se le escapase la orina durmiendo no solo debía darle vergüenza sino muchísima vergüenza…! (¡Y eso era lo que a mi me daba!) Pero Laura era tan bondadosa y comprensiva y tan alta de miras y de actitudes para conmigo que nunca me hizo saber que lo sabía. Y yo siempre la estuve muy agradecido;¡ muy agradecido!; primero como un niño y luego como un hombre: (¡porque además era muy guapa…!)

Santiago araba sus tierras y segaba sus prados y recogía sus henos y ordeñaba sus vacas y yo iba con él por donde quiera que iba él ….Para nosotros los niños de Barruelo, cuyo ambiente visual y respiratorio y olfativo y de colores había sido siempre hasta entonces el de un pueblo minero embarrado y sin alcantarillado y lleno de basuras y de escombreras y de humos y de ciscos y de barros-negros- y pozos y calicatas, aquellos verdores de aquellos prados montañeses y aquellos blancos de sus nubes y azules de sus cielos eran los de un mundo que no habíamos ni conocido ni soñado. Supimos de él y de su paz en el centro de su naturaleza y de su respeto a sus bienes naturales y supimos de los destrozos que hacían las minas de carbón entre nosotros en nuestro pueblo gracias a Polanco, comparativamente; y de la solidaridad humana gracias a Santiago y a Laura y a sus jóvenes y mayores y niños y vecinos en general, que nos acogieron además de con su afecto y su clima y sus paisajes y sus bondades con sus boronas calientes y sus polentas de maíz y la ricura de la leche que nos ofrecían en cuanto ordeñaban sus vacas… Porque en nuestro lugar de origen y del alma, en el que hasta habíamos vivido contentos entre injusticias y discordias y los ciscos de nuestras escombreras y los humos de una gran chimeneona que teníamos en el medio de nuestro pueblo… En el que nos habíamos acostumbrado a nuestras penurias y a nuestros barros del color del chocolate, que no rojos, como los denominaría Concha Espina-haciendo un parangón y los desafueros cometidos con nuestros bosques arrasados para que entibasen las minas, ya no teníamos en rededor nuestro ni robles ni acebos ni avellanos ni verdores salvo los de nuestros matorros pelados por las cabras: ya éramos los depredadores de ellos y de sus ardillas y pájaros condenados a ser fritos en nuestras sartenes, por necesidad: ya hacía más de cincuenta años que no pescábamos un pez en nuestro río ni con cartuchos de dinamita…

¡Y olimos a la mar gracias a nuestra estancia allí! ¡A una mar que jamás habíamos ni olido ni visto ni oído! Siempre que podía Santiago nos reunía a cuantos chavales de Barruelo había en Polanco y nos daba a cada uno una cola de bacalao salado atada a una cuerda muy larga y nos llevaba con él a pescar cámaros a la ría de Requejada. Era tantísima la paz que aun se respiraba allí antes de aquel primer bombardeo de Santander-en los días en que nos habían acogido a nosotros, los de Barruelo- que incluso me atrevo a creer que no obstante nuestra presencia y cuanto sabían de nosotros, que huíamos de los verdugos de un régimen fascista, ni a Santiago ni a Laura ni a ningún otro vecino de este pueblo les hubiésemos podido hacer pensar-si lo hubiésemos intentado-que lo nuestro y lo de ellos y lo de todos los españoles era el preludio de una guerra que se atisbaba ya entre nosotros desde hacía tiempo, inusitadamente, porque había surgido una 2ª República Española que pretendía separar a la Iglesia del Estado de verdad y ésta hacía cuanto podía para que los enfrentamientos entre ciudadanos arreciasen, para evitarlo: entre los que iban a misa o no iban o creían en Dios o no creían o desconfiaban de los curas o no desconfiaban. A ninguno de los vecinos de Polanco les hubiésemos podido hacer creer nosotros que por esta razones o sinrazones-como se quiera- nos íbamos a tener que matar entre hermanos e hijos y padres y amigos y vecinos y creyentes y no creyentes; era algo así como si hoy pretendiésemos que nuestros nietos y bisnietos hiciesen una guerra por ir o no ir a misa: ¡tuvieron que acudir todos ellos a Santander a ayudarles a sus capitalinos a recoger a sus muertos para creerlo!

Cuando este primer bombardeo ya hacía más de un mes que a algunos a nosotros nos habían concedido en Puente de San Miguel una casa de las que tenían vacías y a mi madre y a mis hermanas y a mi y a otras dos madres con sus hijos e hijas pequeños nos había correspondido ir a vivir a una casa muy grande y blanca que había junto a su puente y a otras varias de “El Echar”,(un barrio de Barruelo), con más niños y niñas de entre dos a ochos años e incluso bebés que ellas- ¡ironías del destino¡- las habían instalado en el palacio Botín.

…Y digo “ironías del destino” porque estos niños y niñas procedían de un barrio entre los montes y habitáculos cuales cuarteles para los mineros de Barruelo rodeados de aguas negras y de cienos y de los ciscos de los escombros de su pozo más profundo “El Calero”; con sus alpargatas rotas y sus miserables prendas de vestir y mocos hasta por las cejas y necesidades fisiológicas casi siempre a tope; tan ignorantes de que en el mundo existiesen palacios con sus retretes escondidos entre mármoles y griferías doradas como sabedores de que en cuanto les apretase debían que hacerlo conforme a sus costumbres y medios determinados para su clase por unos escleróticos y aristocráticos patronos y dueños de las minas en que trabajaban sus padres; que ellos debían hacerlo como cuando corrían a su cubil a por su lata de escaches vacía, ó al monte a culo descubierto entre los matorros o en cualquier parte como ahora para poder seguir jugando y saltando como cabras sueltas por entre los salones y los pasillos alfombrados y los aposentos rococó y los tapices y los cuadros y los retratos olvidados que aun colgaban por las paredes de los rincones escondidos- sin sus mierdas infantiles-en el palacio Botín.

“Volaban bajo, muy bajo…” Nos habíamos sentado a comer y un ruido ensordecedor nos había atronando los oídos, de repente. Nuestros platos habían comenzado a temblar con miedo, con mucho miedo, (como asustados…) Y nuestro cielo se había oscurecido: Eran diez y ocho los Junkers que nos ensombrecían la tierra y nos atronaban con sus motores.

Eran ellas y ellos, nuestras ciudades y villas y pueblos agredidos, lugares en los que aun no había sirenas que nos anunciasen que llegaban los aviones enemigos ni refugios ni cañones antiaéreos ni los “chatos” que no llegaban y hasta sin los disparos de fusil que a veces les hacía algún miliciano enfadado, impotente.

Por donde quiera que habían pasado aquella mañana hasta llegar a Santander e igualmente allí quienes si les habíamos visto llegar a Cantabria estúpidamente soberbios e imbatibles entre los verdores de sus prados y las casas de sus pueblos y las estampidas de sus gaviotas, habíamos creído-ilusos- que se dirigían hacia los picos de Europa o hacia las montañas fronterizas con las zonas sublevadas en que se habían establecido,( en mi opinión), los primeros frentes de guerra antifascistas de la 2ª Guerra Mundial:( el pico Terena de Barruelo, el Escudo, Pozazal, Potes…)

Dejamos la comida sobre la mesa y bajamos al sótano de aquella casa en que estábamos refugiados y salimos a la orilla del río y corrimos por ella (¿a refugiarnos…?) entre los ojos sin agua del Puente de San Miguel: porque tardábamos en comprender… Ignoro si a su llegada a Santander, o antes, alguien o algo les había molestado; pero a su paso por Puente de San Miguel y Torrelavega nadie: ni cazas ni cañones antiaéreos ni disparos de fusil; ¡nada…! Era la primera vez que los aviones de los sublevados venían a bombardearnos y debió sucederles igualmente en Santander a las muchas madres que en aquel hermoso día de sol paseaban a sus niños por su puerto; que no pensaron; que tardaron en comprender; que les miraban llegar… Y aunque ya habían oído hablar de lo sucedido en Durango y de que se habían improvisado algunos refugios con sacos de arena en algunas calles de Santander, por si venían los aviones, ellas habían tardado en reaccionar y se habían quedado quietas con sus niños más pequeños abrazados a sus piernas; paralizadas ante aquellos monstruosos aviones que venían a matarlas; como nos quedamos nosotros en Puente de San Miguel cuando empezamos a escuchar las explosiones de las bombas que les caían encima: ¿A tantos crímenes se podía llegar…?

Cuando este primer bombardeo creo recordar que en nuestra mayoría de niños y de mujeres y de hombres desinformados a nadie se nos hubiese ocurrido ni imaginar que existían aviones tan enormes en Alemania. Y menos aun que pudiesen venir a bombardearnos con aquellas panzas tan repletas de bombas, (hasta de racimo…) Y con aquellos motores tan ensordecedores…Y con aquellas ínfulas de matones…Y que quisieran venir a exterminarnos…Ni cuando la primera guerra mundial, la más sangrienta de todas las guerras que se recordaban, habían existido esta clase de bombardeos a una población civil; ningún general de los de por aquel entonces, incluidos los del Káiser Guillermo II,(¡ nacidos para matar…!) hubiese hecho esto sin pegarse un tiro a continuación; ni para ganar una guerra, en el caso de que hubiese podido hacerlo:¡ matar por matar a tantos hombres y mujeres y niños en las ciudades como enemigos, al igual que en las trincheras, sin distinción…! Tuvieron que ser los nuestros; los de nuestro lado oscuro; los herederos ideológicos de un tal Felipe II, rey, los primeros que en la época actual iniciasen estas matanzas en Europa: (Luego ya fue una cosa habitual.)

Conocí a un chaval de Barruelo ,( Pepín para los amigos); algo más joven que yo; que se había escapado cuando mi familia con su madre y su hermana-aun más pequeña- a encontrarse con su padre en Santander y que sobrevivió a este bombardeo; pero tan infeliz y tan desgraciado durante toda su vida que tuvo que recurrir al alcohol a medida que fue creciendo y que murió alcoholizado antes de cumplir los cincuenta años, por su culpa; porque él había nacido como los demás, con dos piernas; pero desde los siete años había tenido que caminar con una pierna de madera, hasta que murió; como un desgraciado cojo; porque a él en vez de haberle crecido como a nosotros los de más chavales sus dos piernas solo le había crecido una y la otra se le había quedado como un muñón junto a sus genitales…Y ya nunca había podido ser como los otros niños ni los otros chavales ni los otros hombres, los que tenían dos piernas: como le habían parido. Porque su madre…

Ella les había salvado a él y a su hermanita echándose sobre ellos y cubriéndoles con su cuerpo y recibiendo ella las metrallas de las bombas que les arrojaban y muriendo encima de ellos; pero; a su hermanita no la habían alcanzado las bombas y había podido ser sido una chica normal;¡ pero él…? Como había podido sobrevivir a su madre…? Hubiese preferido no haberlo hecho. Cuando niño y sin ella y sin su ayuda y sin ninguna otra mujer en su vida, aunque su padre se hubiese vuelto a casar, había tenido que sufrido por su mala suerte. Tras de aquel maldito bombardeo y de una guerra y de una posguerra y de un padre sin recursos y en la cárcel primero por auxilio a la rebelión y después arreglando a sus vecinos los relojes para apenas poder mantener a su familia había tenido que sobrevivir como en ningún otro país europeo le hubiese sucedido, en “la reserva espiritual de Europa “, (¡de risa…!); como un inválido socialmente marginado y a la vez compadecido por una sociedad preñada de prejuicios morales y enemiga de sus diferentes, inválidos principalmente; que todo los más que había podido alcanzar de las mujeres que se había enamorado había sido compasión…Y tuvo que recurrir a las prostitutas y al alcohol, inevitablemente.

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Fue mi padre quien primero nos hablo de ello en nuestra casa de refugiados en Puente de San Miguel; vino a vernos en cuanto dejó de llevar heridos al hospital de Valdecilla y de recoger personas muertas y miembros esparcidos hasta por los tejados de las casas próximas al puerto. Y quien también nos contó lo que había sucedido después, en el asalto al barco…




 "Debo pediros perdón a todos aquellos que leyéseis este borrador mio de un relato que ya hacía algun tiempo que había pensado escribir pero ...(Algún día le "arreglaré"..,si puedo ya que no se me eoculta que ordenada y gramáticalmente -.esta hecho una pena"

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