jueves, 22 de marzo de 2007

EL RIO REPUBLICANO.- (Un relato alegórico en memoria de Francisco Largo Caballero.)


Había una vez un río que nunca llegó a ser grande. Y no le sucedió al nacer allá por la Sierra de Ijar en la Península Ibérica que lo hiciera inadecuadamente, sino todo lo contrario, había escogido para manar una hondonada muy verde entre peñas y robles y avellanos y sombras que invitaban a las truchas a jugar al escondite:(¡Y jugaban…!)

Mas… apenas había abandonado su cuna y contento serpenteaba y descendía y saltaba entusiasmado hacia un pueblo cuyas gentes atraían a los ríos con loas a las libertades e igualdades sus cuadras le vertían las heces: le cagaban y le meaban.

Pero él continuaba bajando y no obstante su envilecimiento humedecía las raíces de unos bosques que eran suyos, sus anhelos; reverdecía las impenetrables frondas por donde mozos y mozas se ocultaban para sus desahogos sexuales y fríos manantiales protegían sus berros; permitía a los chavales bañarse en calzoncillos o con el culo al aire y arreciaba en sus crecidas animado por los muchos arroyuelos que le acaudalaban cuando en un recodo del camino era asaltado por los escombros rodados de una escombrera muy alta, mástil y bandera de un gigante económico negro al que llamaban Carbón: la de su pozo Peña Corva.

(-Y para un mejor entendimiento: Junto a las vetas del carbón de piedra discurren otras igual de negras,- piedras - que no arden en los usos domésticos y se apilan junto a los pozos de extracción cual inútiles montañas de escombros que lo ennegrecen todo: bosques y ríos, pueblos y valles).

….Y escriben y cuentan que pudo haberle escrito Cide Hamete Benengelí -autor arábigo y manchego y nunca visto- asemejándole en sus tropiezos a los sufridos por un tal don Quijote de la Mancha y su escudero en sus albores y escapadas cabalgando juntos por diferentes causas:

-“Traspasado que hubieran las aguas de este río a la gran montaña de escombros avezados en el arte de ennegrecer paisajes y ahuyentar pájaros y entristecer alegrías e intentaran detenerlas; arribadas que hubieron a un lugar conocido como barruelos por el color rojizo de sus muchos barros desde antes que los ennegreciesen los escombros y los ciscos y los humos de su carbonífera industria, ya no saltaron por entre las peñas para salpicar avellanos sino se hicieron receptoras de las muchas inmundicias que por el lugar había y hubieron de aceptar que“navegasen”por ellas o estancaran en sus remansos durante noches y días y semanas y meses desde orinales viejos y palanganas descascarilladas hasta apolillados colchones de lana; que las atemperasen los gatos y los perros muertos ya hinchados y las ratas nadando como peces y saltando como ratas pero al vuelo como aves atrapasen, barridos o baldeados, cuantos despojos de animales sacrificados arrojasen por la trampilla del matadero municipal que en este lugar vertía sus matarifes y carniceros:( pezuñas y cuernos rotos y vientres despanzurrados y mierdas ensangrentadas).”

Y fue de este modo y por razones tan afines que no se explican sin ascos ni eufemísticamente escribiendo, tan viles y repugnantes fueron, que en las riberas de este río de idílicas aguas republicanas trastocadas y preñadas de ilusiones proliferaron cual los hongos venenosos y las ponzoñas y los mejunjes entre los clérigos y los boticarios los correajes abrillantados y las camisas ensangrentadas; añagazas y pistolas y puños y mitos y leyendas y odios y desamores y mentiras y calumnias y cruces enfurecidas asidas por las peanas; que a sus frescas y tricolores flores republicanas las invadieron ya azules o negras o pardas las buscadoras de imperios y ajadas y escarnecidas o muertas y olvidadas o recordadas desaparecieron entre sus botas, como las flores del mal…

Y se seguiría escribiendo:

“Se amalgamaban por sus orillas bajo carteles escritos que en los basureros decían prohibido tirar basuras objetos entre sí extraños cual somieres desvencijados y pancartas destruidas y paraguas sin varillas y cascotes de albañilerías y botellas rotas y latas vacías y cenizas ya apagadas y era entonces y solo entonces y si a las nieves en sus apogeos las apetecía deshelarse y convertirse en trombas y bajar por los barrancos y destrozar arroyos, que a su encuentro se estremecían y mimetizaban como basuras y desaparecían hasta aparecer fangosos por nuevos andurriales”

Y se dijo de estas aguas por este río-que yo recuerde; cuando ya habían sido ennegrecidas y espesadas por las muchas clerecías de un entorno que se empecinaba en desviarlas hacia otros cauces:

- “Desconsideradas que fueran hasta con ellas mismas por las muchas suciedades e inmundicias y alcantarillas que debían sanear,(¡y por no hacerlo…!); conducidas y canalizadas y apresadas en estanques de hormigón recibían sobre sí volcadas cuantas toneladas de carbón de piedra se extraían por las entrañas de estas montañas y las allegaban desde los tajos por rampas y pozos y galerías y rieles en trenes de vagonetas que arrastraban renqueantes mulas ciegas y maquinillas a vapor o troles para lavar y almacenar mojado cual cieno combustible su polvo denominado islán”.

Y se seguiría contando:

“Había batallado mucho y había avanzado muy poco; por los escombros y las basuras que le habían arrojado aristócratas y burgueses, militares y religiosos cual poderes gobernantes. Había crecido apenas entre mitos y tradiciones y costumbres y leyendas y elucubraciones y sentimientos e intereses religiosamente politizados y militarmente defendidos. Había aprendido por experiencias republicanas, triunfantes o fracasadas, de hereditarias monarquías resurgidas - divinas- en sus privilegios y clases y castas por no haber desaparecido físicamente: ¡pero no, él había preferido ignorar las cruentas experiencias…!

Había optado (?), excepto cuando el raquitismos en Las Hurdes -que sí lo hizo- por no responsabilizar aun más de lo que ya habían sido, por las evidencias, a los cuatro poderes patrios cabalgando cual jinetes del Apocalipsis en sus gobiernos de turno y corrupciones y atropellos e inmoralidades e injusticias y represiones sangrientas y hambrunas y analfabetismos e ignorancias y atrasos generacionales y niños sin escolarizar, cual pilletes, mendigando para ahuyentar su hambre, como en los tiempos de Murillo; pandemias y epidemias y faltas de sanidad. Confiar en que algún día incluso inteligentes y al azar y en contra de sus principios aristócratas y burgueses y clérigos y militares prefiriesen asentarse y especular en libertades e igualdades y fraternidades, democráticamente¡¡ pero no…!!(”Se equivocó la paloma: creyó que el mar era el cielo y la noche la mañana…Se equivocaba…”)

Tan acogotado y cansino estaba, tan atropellado y espesado e incomprendido, que ya no pudo reaccionar -o no quiso- cuando una última escombrera religiosamente erguida contra el laicismo en las escuelas y en su porvenir quiso deshacerse de él de una vez por todas movilizando a sus durmientes y despiertos y acomodados: generales y obispos y aristócratas y banqueros y aburguesados y requetés; curas y frailes y monjas y caciques y terratenientes y fascistas predestinados a su condición de verdugos, (falangistas);con tan persistente furor en su repicar de campanas y arrebatos para abrojos e intelectuales yermos y escombreras encendidas que logró en sus alcances anular en su importancia a las otras explosiones más patrióticas y más fascistas y más aniquiladoras de individuos y libertades y principios y propósitos y razones jamás habidas en país alguno; tan destructoras y salvajes y efectivas en los exterminios de sus pueblos y ciudades con sus hombres y mujeres y niños dentro que nadie osara aun hoy en día y desde entonces preguntarle por anhelos y esperanzas: ¡abortadas…!

Y fueron varios los autores de relatos cortos y entendimientos iguales y vicisitudes extrañas y democracias y libertades nonatas y entusiasmos y encantamientos fortuitos que en su desenlace le asemejaron a un tal don Quijote de la Mancha-caballero andante- anclado ya en su lugar de origen tras sus intentos de fuga; cuando al cuido de un cura y un barbero y una ama y una sobrina- ambas sin muchas luces e ignorantes de hombres-le observaran sentado en el corral de su casa viendo como le quemaban los libros y las memorias y le crepitaban las letras y le alumbraban los títulos de sus caballeros andantes, meditando…Como las aguas de este río deslizándose silencioso bajo las piedras rodadas de una última escombrera negra, soterrado; caminando hacia regatos sin cauce y albercas sin huertos y valles sin nombre; culebreando por entre juncales y charcas do abúlicas ranas le reñían croando, cual reinas en sus cenagales. Ignorantes ellas, ¡batracios peor nacidos!, de que estas aguas habían jugado entre los vientos y los copos de las nieves, ¡encantadas!; que habían viajado utópicas por las nubes y cantado para las náyades en sus cascadas ocultas; que las habían alimentado las ubres de las cordilleras y los picos de ave de las sierras más altivas y habían sido ennoblecidas por la sangre de un millón de republicanos muertos. Que apeadas de los cielos como gotas de rocío para refrescar los campos sin fusilamientos ni guillotinas ni revoluciones sangrientas morían ellas asesinadas en su inmediato entorno y podridas…
Mi hermano Agapito.-

En los días siguientes al 18 de julio del año 1.936, en Barruelo, nadie sabía si el gobierno militar de Palencia, su capital, se había sublevado, si estaba siendo fiel al Gobierno o no…Ni los guardias civiles decían saberlo no obstante haber exigido a quienes tenían licencia de caza que les entregasen sus escopetas…
Mi hermano Agapito tiene ahora 87 años de edad y pronto cumplirá los 88.Me cuenta” su historia” en la guerra del“Norte”, escrita mitad en francés mitad en español, desde San Cannat, (Francia), donde reside actualmente,” para que no se olvide”…Me cuenta a grandes rasgos su vida como la de un joven más entre los muchos que desaparecieron de entre nosotros: unos vivos y otros muertos…
-“Nací en el año 1.915, en Barruelo de Santullán y dedico mi historia a mi familia, de España y de Francia; pero antes de escribirla, con toda mi alma y mi corazón quiero rendir homenaje a mi padre y a mi madre por el valor que han tenido soportando el sufrimiento de haber vivido separados siempre de sus hijos, desde antes del año 1.936.
De los ocho hijos que les nacieron les sobrevivimos cinco y cuando la guerra y después siempre nos tuvieron lejos de ellos: yo en Francia, Fidel y Abelina en Bélgica, Bautista en la cárcel o haciendo la “mili”…Elena también en Francia durante todo el tiempo que mi padre estuvo preso, con mi madre…
Cuando la revolución de octubre, en el año 1.934, por haber tomado parte en ella como militante de las Juventudes Socialistas, en mi pueblo, fui detenido por la Guardia Civil y maltratado y encerrado en una cuadra entre las patas de sus caballos y desde ella enviado a la cárcel de Burgos en la que estuve preso hasta el año 1.936, que el gobierno de las derechas perdió las elecciones: estuve diez y ocho meses preso sin haber sido juzgado por nadie.
En el Ayuntamiento, el alcalde Adrián Fernández era socialista; en la “casa del Pueblo”, donde estaba la sede del Partido Socialista y la U.G.T. todos estábamos indecisos con respecto a la Guardia Civil; a la que podíamos desarmar antes de que se sublevasen si decían que lo iban hacer…Pero no lo decían…Esperaban órdenes…
Fue en estas circunstancias cuando,¿verdad o mentira…?, se nos dijo que en Venta de Baños, en su estación del ferrocarril había un vagón lleno de armas, detenido, que había venido desde Madrid destinado a nosotros los de Barruelo y que no le dejaban pasar: armas que nos enviaba el Partido para que nos enfrentásemos a la sublevación.
Y para bajar a buscarle, como otros muchos, me ofrecí voluntario…
Debíamos “bajar” (así decíamos los de más arriba, al Norte), pasando por Palencia, por su Gobierno Civil, con el cual estábamos incomunicados, para saber primero a que a tenernos con respecto a su postura ante la sublevación militar.
Salieron delante de nosotros, - que llenábamos la única camioneta que había en el pueblo- en un coche alquilado, el alcalde y dos concejales y otro dos del partido… que si llegaron a Palencia…; pero que ya eran esperados allí…
Fueron tiroteados al llegar y a los que no mataron en el acto, perseguidos por las calles los apresaron y fusilaron en la cárcel: nunca más se supo de ellos.
Nosotros, los que íbamos detrás, en la camioneta, sin arma alguna, no pudiendo llegar tuvimos que abandonarla sin gasolina y retroceder durante cien kilómetros hacia los montes de Barruelo, a pie, perseguidos por los fascistas de los pueblos de tierra de Campos que nos querían matar, hasta con horcas y dalles…
Caminábamos durante la noche para que no nos vieran cuando, en Monzón de Campos, topándonos con un grupo de campesinos armados éstos nos hicieron presos y de inmediato nos dijeron que nos iban a fusilar. Estaban a punto de hacerlo y nosotros ya muertos de miedo, cuando uno de ellos se fijo en el cinturón rojo de sujetar los pantalones que llevaba un compañero y dijo:
-¡Pero si son de los nuestros…!
Nosotros habíamos pensado de ellos también que eran fascistas.
Cuando les dijimos que éramos “los de Barruelo”, (como éramos conocidos), nos abrazaron locos de contentos por no habernos fusilado.
Quise volver a casa, a mi pueblo; pero no pude. Durante estos días también allí los guardias civiles se habían sublevado y unidos a los fascistas y otros individuos armados que habían llegado-nadie sabía de donde- se habían adueñado de él. (Después se supo que eran seminaristas salidos de los conventos).
Todos nosotros, los que sobrevivimos a la encerrona que nos habían tendido en Palencia, tuvimos que escondernos durante algún tiempo por los montes de Barruelo; como habían tenido que hacer casi todos los jóvenes y hombres mayores del pueblo, menos los fascistas, comiendo de lo que a escondidas nuestros familiares nos traían.
Cuando supimos que Reinosa y Santander estaban con el Gobierno y podíamos bajar de los monte e irnos voluntarios si queríamos al ejército republicano ya los guardias civiles que nos habían estado persiguiendo habían apresado a mi primo Galo y le habían enviado a Palencia donde le habían fusilado.
Fuimos nosotros “los de Barruelo”, casi todos jóvenes menores de treinta años, quienes establecimos entre Barruelo y Reinosa un primer frente de guerra: en él encontré también a mi hermano Bautista que, a sus diez y seis años combatía por allí.
Mi padre, huido a su vez ya se había alistado en Santander a un batallón de ferroviarios, pero mi madre y hermanos pequeños todavía permanecían en el pueblo y temíamos por ellos.
Desde este frente establecido, desde Reinosa, fui enviado a Santander y desde allí incorporado al ejército que estaba luchando en Asturias, en el cerco de Oviedo, su capital.
Cuando las columnas gallegas ocuparon esta región mi unidad fue transportada al frente de Bilbao, por el lado de Balmaseda, donde para no ser cercados por los requetés navarros tuvimos que replegarnos por la región de Santander, para que no nos cortasen la retirada…
Cuando volvíamos hacia los Picos de Europa, hacia Asturias, en una estación del ferrocarril de vía estrecha, en Puente de San Miguel, había un grupo de mujeres y niños, refugiados, que pretendían subirse al tren que nos trasladaba a nosotros los soldados y no les dejaban subir. Allí habían vivido mi madre y tres hermanos pequeños con otros muchos de Barruelo que se habían escapado por los montes y, efectivamente, eran ellos quienes pretendían llegar a Ribadesella para embarcarse hacia Francia en un barco carbonero en el que solo iban mujeres y niños.
Yo entonces era sargento y conseguí que viniesen conmigo, hasta la Junquera, donde se apeaba mi batallón para dirigirse al frente. Me despedí de ellos pensando que ya nunca les volvería a ver.
Luchamos cuanto pudimos por los montes cántabros y cuando en nuestra retirada llegamos a Gijón encontré a mi padre que vagaba por el puerto sin haber conseguido embarcar e intentando hacerlo. Estuvimos juntos poco tiempo; pero hablamos mucho hasta que me convenció de que era mejor separarnos antes de que nos apresaran a los dos juntos y lo hicimos: nos separamos…En cuarenta años ya nunca le volví a ver.
Mi padre fue detenido y conducido a la cárcel de Bilbao primero y después a la de Palencia donde le condenaron a muerte y después a treinta años de cárcel, cumpliendo tres…Mi padre era un hombre muy moderado en política aunque siempre había sido de izquierdas y nunca se había metido con nadie, que respetaba a sus enemigos…
Fue también en Gijón, en el año 1.937, cuando después de haberme separado de mi padre fui detenido y encerrado en la Plaza de toros, donde nos llevaban a todos y encontrado por los fascistas de mi pueblo, que nos buscaban entre los miles de presos que había. Allí acudían diariamente los fascistas en busca de sus conocidos para llevárselos donde querían sin que nadie les preguntase lo que iban hacer con ellos.
Me dieron golpes durante una noche entera. Me robaron lo poco que tenía, un anillo de oro entre otras cosas, y magullado como estaba por las palizas que me habían dado hasta el amanecer y con las manos atadas y detrás de otros diez o doce que también atados iban delante, de dos en dos, y entre ellos mi primo Pachín-hermano de Galo-me condujeron hasta un acantilado al borde del mar, donde rompían las olas que nos llevarían muertos.
Allí, con sus bayonetas, los fascistas empezaron a acuchillar a los que iban delante y yo, en cuanto me di cuenta de que nos mataban y nos arrojaban al mar, empujé a los dos que me sujetaban y sabiendo que me dispararían, con las manos atadas, entre la niebla, escapé corriendo.
Fui perseguido a tiros durante mucho tiempo, hasta que se cansaron de perseguirme…
Y volví a esconderme en los montes.
Hambriento y agotado; cuando no podía más me acerque a una casa donde una familia que en ella habitaba y que nunca he olvidado me salvo la vida; pero que pronto tuve que dejar… Después de haberme curado de mis heridas, alojado y dado de comer me aconsejaron que me fuese por que allí peligraba mi vida…Y la de ellos también; ya que les vigilaban…
Estuve errando durante algún tiempo por los Picos de Europa alimentándome de castañas y de algún vaso de leche que me daban los pastores de cabras hasta que comprendí que así no podía continuar, que así no podía sobrevivir y muerto de hambre y de frío bajé a un pueblo donde en una casa que me habían recogido me detuvo la Guardia Civil.
Fui conducido a Llanes para ser juzgado y posiblemente condenado a muerte y fusilado de inmediato. Todos los días venían a por nosotros y se llevaban a alguno. Pero, para sorpresa mía, un día fui sacado de aquella cárcel y trasladado a Zaragoza, a un batallón disciplinario, donde construían un ferrocarril.
Solo trabajábamos por la noche y durante el día me iba a las barracas de los italianos a que me enseñasen las canciones que ellos sabían a cambio de que yo les enseñase las nuestras, en español; con ellos me llevaba muy bien.
Hasta que un día fui llamado al orden por su comandante quien me amenazó con enviarme a una prisión militar, que era lo mismo que si me condenaban a muerte y tuve miedo…
Y fue en el año 1.938 cuando con otros dos oficiales conseguí escapar de allí y llegar a Francia atravesando su frontera y una noche, que me había quedado solo por culpa de una patrulla de fascistas españoles que nos habían estado persiguiendo por los Pirineos resbalé por una pendiente de hielo y, lo cuento por milagro…pues casi me mato.
Pero llegué a Vaqueiras de Luchan, (¿), donde me reuní con mis dos compañeros de fuga, a los que había perdido, y ya desde allí y acompañado por unos periodistas franceses viajé a Toulouse y Perpignan, donde se hizo cargo de mi el consulado de España quien, tras unos días de tenerme alojado en el hotel Salas, me envió a Barcelona para incorporarme nuevamente al ejército republicano con el grado de teniente y luchar por los frentes del Ebro.

jueves, 15 de marzo de 2007

Barruelo: barros rojos

Sobre este lugar de minas de carbón en tiempos de absolutismos y persecuciones obreras y olvidadas gentes labradoras sin tierras que labrar y barros amasados por las ruedas de los carros y los tarugos de las albarcas opinó una escritora- rostro apergaminado y pelo ensortijado e hija de casa bien y autora de un libro titulado el metal de los muertos, CONCHA ESPINA- que era ¡muy rojo!:”más por la índole revolucionaria de sus gentes que por el color de sus barros…”

Y nuestra memoria, esa bendita memoria antropológica que nos ayuda a recordar nos dice que allá en los años veinte y treinta del siglo pasado cuando se apaleaba a los mineros en las huelgas y eran despedidos y readmitido o no según su religiosidad, quienes acarreaban troncos y peñascos por los caminos y tierras para amasar adobes y labraban piedras para edificar centros de solidaridad obrera y aportaban sus sueldos y descansos cual socialistas sacrificando hasta el pan de sus hijos a nuestro progreso social tenían que ser muy rojos…

Y escribe Francisco de Luis Martín, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Salamanca y autor de “la F. E. T. E. en la guerra civil española”:

“Una de las principales preocupaciones del socialismo fue siempre la formación y capacitación de la clase obrera y en especial de sus trabajadores asociados; este es el caso del Centro Obrero de Barruelo de Santullán-Casa del Pueblo a partir de febrero de 1.919- núcleo minero situado en el extremo nororiental de la provincia de Palencia y de fuerte implantación socialista; sobre todo desde 1.925, en que el Sindicato Minero Castellano afiliado a la U. G. T. conoce un incremento notable y continuo en su número de socios. Su inquietud pedagógica y cultural alcanza hasta la educación formal: El 30 de agosto del 1.924 la junta General del Sindicato manifiesta su deseo de instalar en él una escuela para niños y adultos y crea una comisión organizadora compuesta por Jacinto Martín, Julián Maza y Ángel Díaz”.

…Y en tiempos de analfabetismos e inconfesables métodos para impedir a los hijos de los obreros que se ilustren demasiado organizan una escuela y una biblioteca y una imprenta y un boletín titulado”La Aurora Social”; un Orfeón y un Cuadro Artístico, e intentan que sus correligionarios sepan de teatro interpretando obras de entretenimiento y sociales cual “Juan José” o “El pan de los pobres”; ¡pero…!

Silicóticos ignorados y sin protecciones que les impidan en los trabajos los accidentes o enfermar, sin cascos ni mascarillas ni botas de goma, doblaban sus jornadas laborables por “las cornadas que daba el hambre”: ¡sabían de sus barros que eran negros- muy negros- por que se los pisaban los hijos con las alpargatas rotas!

Cuando esta escritora santanderina así les colorea ya hacía más de cincuenta años que su río bajaba sin peces y sus pulmones-¿diferentes a los de sus aristocráticos amos/patronos?- respiraban los ciscos del carbón de piedra por un mísero jornal; que sus mujeres faltas de médicos y medidas sanitarias se desangraban al parir y morían y su mortandad infantil superaba a la mayor actual en el más mísero pueblo africano; que entre derrumbes e incendios y explosiones de grisú pocos de ellos llegaban a viejos y sus esperanzas de vivir algún día en libertad se alimentaban solo cantando el himno de Riego con su letrilla de “si supieran los curas y frailes…”

Cuando el hombre se las mataba en la mina sus viudas iban por las escombreras azadilla en mano buscando entre los escombros el carbón que se escondía entre sus piedras, para alimentar sus crías; mendigaban a la puerta de la iglesia o bajo el peso de su cuévano encorvada, destilando “islán” -cieno de carbón mojado- lo repartía por los hogares con hombres; subiéndoselo agotada por cuestas y calles tan empinadas y barrosas que ni los más audaces carreteros conseguían subir maltratando con un látigo a sus mulas.

…Y se rebelaban; y abominaban de los amenazantes militarismos y clericalismos e intereses que les condenaban a los infiernos en este mundo por negarse a procrear hijos para convertirlos en frailes sin sueldo o soldados como carne de cañón o mano de obra barata o mendigos y criados y criadas para uso y disfrute de quienes si podían pagarse siervos con un pedazo de pan; desde mucho antes de que en su horizonte apareciese la esperanza de una 2ª República más audaz y menos manipulada que la 1ª , para cambiar las cosas…¡Que no cambiaban!

Por sus calles sin alcantarillas y taludes malolientes campeaban las heces hasta que las disolvían las lluvias o secaban al sol. Por sus habitáculos sin retretes, de adobes, construidos por ellos en sus descansos para humanizarse pululaban sus niños desarrapados, sin escuela. Un capitalismo de calcetín y falto de imaginación al servicio de holgazanes herederos de títulos y fortunas y clérigos y militares acomodados y políticos apañados y monopolios y fuerzas vivas obstaculizaban el advenimiento de nuevos ricos: En sus importancia humana económica y social y cultural la creatividad era negada… ¡Y obligados estuvieron ¿soñando? a enfrentarse a quienes predicaban ¿estúpidamente? que en sus dominios de antaño no se ocultaba el Sol !

Y por cuanto se temía perder si se evolucionaba democráticamente,(ya que entonces como hoy el progreso era de izquierdas),se envenenaba a las gentes y mentía y abusaba de sus costumbres y creencias, falazmente, con mentiras que iban a misa; y hubo un funesto diez y ocho de julio y una explosión fascista que hizo desaparecer de un pueblo con más de siete mil habitantes a dos mil afiliados al P. S. O. E. y la U. G. T. (mujeres e hijos e hijas): explosionados cual refugiados sin patria y exiliados eternos; fusilados por las cárceles o muertos por las trincheras y los bombardeos; diezmados por los montes y las plazas de toros, playas y cunetas y acantilados cántabros y arrojados al mar por no escaparse en un barco tras la caída del Norte; para que jamás se reprodujesen como rojos (cual se pretendía); ¡aniquilados por las escuadras de la muerte!
Campanas envenenadas

Cuando ya habían caído Bilbao y Santander porque a los nacionalistas vascos se les habían colado en columnas de a cuatro por los agujeros de su cinturón de hierro los mozos “apañados” para los fascistas de Franco por sus curas-alférez en las aldeas gallegas al grito de ¡Santiago y cierra España!, que les habían barrido; cuando ya se les habían colado a los nacionalistas vascos los tercios de los requetés navarros que luchaban como siempre hicieran sus hermanos, por Dios por la patria y el Rey; cuando por el Norte al ejército republicano se le remataba en los Picos de Europa y dispersos o apresados y sin barcos en que embarcar a sus hombres se les hacinaba en las plazas de toros y diezmaba en ellas o conducía a los acantilados cántabros y asesinaba y arrojaba a la mar, por entre las vías del ferrocarril y estaciones y carreteras y caminos sin destino vagaban los niños y las mujeres de los republicanos castellanos perseguidos y venidos a combatir en zona republicana: los refugiados… Vagaban sin saber hacia donde iban hasta que encontrados por los guardias civiles y hacinados en vagones de mercancías eran devueltos a sus lugares de origen: (¡lo que temían!).

¡Ya eran las siete de la tarde…! En este lugar del noroeste de Palencia cuyo nombre debiera omitir en mi relato, avergonzado,( Barruelo de Santillán); cuando por entre las faldas de su Sierra se introducían los cierzos y descendían los fríos y en su plaza del Ayuntamiento se quemaban los libros de su biblioteca municipal aun doblaban las campanas:¡desde las cinco en punto de la tarde…!Acomodados en un templete, musical y republicano antaño y hogaño pedestal y sin atriles y elevado sobre una fuente de tres caños con pilón que murmuraba de sus traiciones, aguardaban a los rojos - cuyo tren se demoraba -un alcalde y jefe local del“Movimiento” y un cura y un teniente de la Guardia Civil y varios mandos militares en plaza: ¡tiritaban las fuerzas vivas…!

Siempre en las plazas de los pueblos al igual que en las ciudades se han elevado las fuentes y los templetes y los patíbulos y los lupanares o esquinas para prostituirse y mear; siempre se han celebrado en ellas las tiranías y las libertades y los triunfos de unos y las derrotas de otros y los engaños y las verdades y convocado a las masas y por ello esta vez una multitud de voces y de sombras y de gritos y de llamas y de camisas azules y de brazos extendidos y de muecas en los rostros que se iluminaban se enardecía con las notas del himno que se cantaba: el “Cara al Sol.

…Y podrá decirse que en la espera y el sonar de las campanas - o nadie dirá nada- ya que el arma secreta de las iniquidades es el musgo del olvido- que los odios y los instintos se habían apareado aquella tarde y habían parido las rabias. Alguien dirá sin avergonzarse que las multitudes cuando en las plazas de los pueblos se encrespan son como las olas de los mares y las llamas de los incendios, inhumanas; mas entonces, ¿para qué y por quién doblaban tanto las campanas, desde las cinco en punto de la tarde?

Ya se habían encendido por la carretera que ascendía desde el ferrocarril a la plaza las luces de unas bombillas que sin voltios se estrellaban contra el suelo, como cagadas de vacas; ya se habían silenciado los pitidos de una máquina de un tren anunciando su arribada y erguido las fuerzas vivas en su templete,(¡sin tiritar…!);ya una enjambre de camisas azules se había encaramado a la fuente de los tres caños y pilón con el brazo extendido a riesgo de caerse a él cuando enmudecieron:¡ ya había llegado el tren¡
.
(“¡tricornios acharolados…!). … Sin rostro en sus fantasmales capas verdes envueltos y fusiles en bandolera y coronando una cuesta habían aparecido los primeros guardias civiles y tras de ellos en columna los rojos capturados que avanzaban a tropezones y escondían y agachaban y reculaban -¡para no llegar!- bajo los insultos y las pedradas y los escupitajos que les lanzaban sus vecinos y amigos infantiles de otros días olvidados, al tañer de las campanas:¡ desde las”cinco en punto de la tarde“!

El sargento de los guardias civiles que les conducía se había adelantado y acercándose al templete donde esperaban las fuerzas vivas y cuadrándose ante su teniente le había informado:

- Sin novedad en el servicio realizado, mi teniente; son trescientos veinticinco los individuos capturados, veinte en edad de combatir, diez y ocho viejos y el resto mujeres y niños.

-Gracias, sargento le había respondido el teniente-devolviéndole el saludo. Que las mujeres y los niños y los viejos sean conducidos a las “Escuelas” y los otros al cuartel.

- A un niño de pocos meses le han golpeado con una piedra en la cabeza y ha fallecido en los brazos de su madre, una tal Jobita….

-Que le entierren, había respondido el teniente. ¿Algo más…?.

Iba a intervenir el cura con alusiones a los Santos Sacramentos cuando se escuchó un disparo y prefirió no hacerlo, se persignó: ¡Y las campanas volvieron a doblar! Y volaron nuevamente allá en su campanario. Y en su apoteósico redoblar llamaron a las furias del averno y aparecieron por la plaza los vergajos y las porras y las barras y los puños de hierro y los sicópatas sin causa que saltaban cual las chispas de los libros que allí ardían, golpeando sin piedad.

-¡A por ellos…! ¡A por los rojos…!¡A por esos hijos de puta!, gritaban y gritaban mirando a sus fuerzas vivas, pidiendo calma…

-Por Dios, eso no!- había exclamado el señor cura.

Era la gran fantasmada; la gran irracionalidad de unas bestias que en su estampida debían desfogarse y había que dejarlas solas: envaradas las fuerzas vivas bajaron de su templete y se alejaron de la plaza; pretorianos los guardias civiles aletearon sus capas y se llevaron al cuartel a los hombres que habían atado, en cordada… En esta tarde y noche y horas que se recuerdan para que no se olviden y en este lugar campearon cual los demonios por el averno los sapos que se regocijaban y bailaban y saltaban sobre sus panzas y las hienas que se reían y los loros que se gritaban y las babas de los babosos que se arrastraban; habían aparecido los monos saltarines y chillones y los lobos que aullaban y los cornúpetos ciegos y los cerdos con sus hocicos abiertos y las jaurías de los perros salvajes: ¡habían aflorado las rabias!

Desaparecidos los humanos sentimientos y escapándose por las escaleras de la plaza arriba hacia las “Escuelas” perseguidas por las fascistas de la Sección Femenina con sus maquinillas y tijeras abiertas para cortarlas el pelo o afeitarlas la cabeza corrían las jóvenes sin hijos y las madres protegían a sus crían con sus abrazos u ocultaban entre las faldas para que no se los matasen las bestias con sus patadas.

Entre las aulas sin crucifijos y las paredes desnudas y las ventanas sin cristales y los muros agujereados por los obuses de la guerra y las heces ya secas de las tropas que allí habían sido acuarteladas para la ofensiva del Norte, en “las Escuelas”; con sus corazones henchidos por el llanto y sus magullados cuerpos y sus cabezas rapadas y gimiendo y acurrucados al calor de si mismos y lamiéndose las heridas, pernoctaron aquella noche y otras muchas de su invierno los hijos y las mujeres y los ancianos de los republicanos presos o muertos o escondidos por los montes tras la caída del Norte, vencidos; sin sus hogares ya requisados y ocupados por los fascistas desde que huyendo de sus barbaries hubieron de abandonarlos, caritativamente: sin sus jornales y a merced de sus verdugos y de su Auxilio Social… Y su dolor…, el dolor de todos juntos y el dolor de cada uno fue cubierto año tras año con el musgo del olvido,(?)